Por: Lilia Ramírez
Cuando me dijeron que había una oportunidad para escribir una columna además de interactuar con los lectores, primero tuve que decidirme por un nombre.
Después de varias deliberaciones, que iban desde un nombre corto, hasta la frase más sublime que tendría que ver con mis estudios de doctorado, tuve que aceptar que el titulo fue una verdadera revelación.
Un buen día, estaba en la oficina de una de mis maestras del posgrado y empezamos una plática que derivó en los derechos de la mujer y tocamos además el tema de equidad.
Luego yo defendí a capa y espada mi postura, sobre la idea de que actualmente la mujer no necesita tener un hombre a su lado para definirse como persona.
Mi maestra, observaba los círculos que dibujaba en el aire y los manotazos al viento que inevitablemente emprendía cada vez que argumentaba mi postura.
La charla fue tomando un matiz muy tendencioso, que como equilibrista yo deseaba dejar en un punto medio, sin embargo la investigadora, me miró y dejó caer la frase “Lo que pasa es que usted es una feminista de closet”.
Al verme sujeta con el estigma en vuelo, puse todos mis sentidos a trabajar sobre el significado de esas dos palabras, que me daban la impresión de ser un cuasi oxímoron.
Como era posible que yo fuera una feminista, si nunca había leído más allá de lo que los libros exudaban en las clases de psicología, cuando mi carrera se venía a pique por querer emigrar a la carrera de comunicación.
Para mí una feminista debía ser una mujer, con un semblante de sabelotodo, autosuficiencia y una postura casi radical en relación a los derechos sexuales y la división sexual del trabajo.
Ser una activista en toda la extensión de la palabra, de esas mujeres que toman las calles y luego sus discursos cruzan las líneas de Simone de Bouvaire y Carlos Marx, con un toque de Freud.
Ni una cosa ni la otra, yo simplemente estaba a favor de las mujeres…pero también de los hombres. Si un hombre se hacía bolas al tratar de descifrar a una mujer, seguramente algo teníamos que ver en el asunto.
Nuestra cuota de responsabilidad estaba en algún lado, al poner las cosas en perspectiva, seríamos parte de la solución, si es que había un problema en alguna parte.
Por eso hoy quiero confesarme como una feminista de closet, ya que aún no estoy preparada para “salir del closet” no en este momento, donde las variables son opuestas.
Creo que estamos viviendo un tiempo de transición entre los géneros, donde los hombres se están perdiendo de un capítulo importante sobre las mujeres.
Y nosotras como mujeres, desde mi humilde opinión, seguimos insistiendo en que los que deben cambiar son ellos.
Vaya un apunte, que habré de desarrollar en otro momento:
Porque se pide la mano de la mujer cuando hay pretensiones de matrimonio, porque no se pide el brazo.
Bueno de acuerdo al Derecho Romano manus tenía el sentido de ‘patria potestad o tutela’, y las mujeres siempre tenían que estar bajo la manus de un tutor.
El padre era el tutor por naturaleza, y cuando el pretendiente pedía la manus de la chica, en realidad lo que solicitaba era la tutela para hacerse cargo de ella y de sus asuntos.
Hasta otro día.
M.C.S. Lilia Ramírez Contreras, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales UANL