10/11/2016
LA ALEGRIA DE VIVIR
Es muy común que cuando un paciente de adicciones llega a una clínica de rehabilitación, a un grupo de ayuda mutua o a un consultorio, además de llevar consigo una gran dosis de negación sobre su enfermedad, en primera instancia aceptan acudir a tratarse debido a que alguien les puso un ultimátum.
Una solicitud o amenaza de divorcio, la posibilidad de perder el trabajo, un castigo severo de los padres, un acreedor cobrando deudas a toda costa, un problema legal y situaciones afines son las que usualmente hacen que el consumidor acepte internarse en una clínica, asistir a un grupo o ir con un especialista.
Desafortunadamente esos motivos si bien son valiosos para un primer contacto del paciente con un programa de recuperación, en muchas ocasiones pueden fracasar sobre todo cuando el consumidor tiene en su mente muy claro que lo ha aceptado solamente para “parar las broncas” o “mientras todo se arregla”.
En este contexto es muy frecuente escuchar a los enfermos de adicción decir que está acudiendo a rehabilitación por sus hijos, sus padres, su esposa, su esposo, su novia, su novio, su jefe o por cualquier persona que se lo haya pedido y no por sí mismo, lo cual es uno de los primeros retos de cambio en el proceso terapéutico.
Una situación con esas condiciones es como comparar a un enfermo de algún padecimiento crónico que dice que sólo se está tomando su medicamento para tranquilidad de alguien más y no porque su organismo verdaderamente lo necesite o un paciente con alguna enfermedad terminal que acepta someterse a su tratamiento por quedar bien con alguna persona y no porque sea consciente de que dejar de hacerlo puede costarle la vida.
Si bien hacerlo por alguien más puede ser un primer paso, la verdadera y duradera recuperación comenzará cuando el enfermo logre vencer sus barreras y se convenza a sí mismo de que es él quien ha desarrollado la adicción y que es por sí mismo por quien deberá iniciar una nueva forma de vida.
Los terapeutas, especialistas o consejeros ante esa situación debemos decirle al enfermo que si condiciona su recuperación a una persona o circunstancia, cuando esa persona deje de estar, le falle o cambie el contexto, lo más seguro es que al no existir la motivación inicial se presente una recaída bajo el argumento de “para que dejo de consumir si mi esposa ya se fue” o cualquier frase similar.
Por ello la sugerencia más valiosa para un adicto es “hazlo por ti” y “pase lo que pase” no vuelvas a consumir porque el daño es para ti y la recuperación es tuya y para tu salud y bienestar.
Para que eso suceda, el paciente deberá haber aceptado su enfermedad, la realidad que lo llevó a pedir ayuda y estar dispuesto a cambiar para beneficio propio.