POR: Omar Cervantes
Amigos lectores, después de unos meses de ausencia por un proyecto incompatible con mi labor periodística, el día de hoy reaparezco y estaré con ustedes cada jueves con este espacio que hemos denominado “La Alegría de Vivir” en el que pretendemos abordar diversos temas sociales y comunitarios que generen medios de formación para una vida saludable integralmente, así como prevención a los padecimientos contemporáneos como las adicciones, las relaciones destructivas, la codependencia, las conductas obsesivas y aberrantes, entre muchos otros en los que a través de mi correo y mis redes sociales quisiera que juntos formáramos la agenda de lo que a todos nos interesa y nos compete.
Por hoy quisiera enfocarme en un tema que desafortunadamente cada vez crece más en nuestra sociedad y ataca a poblaciones de menores y de mujeres que tradicionalmente eran menos vulnerables y que actualmente están engrosando las estadísticas nacionales de adicciones en nuestro país como pueden constatarlo si consultan la fuente oficial que es la ENA2011 https://www.conadic.salud.gob.mx/pdfs/ENA_2011_DROGAS_ILICITAS_.pdf
En este sentido más allá de lo que las estadísticas pudieran indicar, mi comentario pretende establecer una consciencia social en el trato que le damos como comunidad a quienes lamentablemente cada año aumentan los números y que desafortunadamente en muchos círculos se les sigue catalogando de viciosos, irresponsables, faltos de fuerza de voluntad, inmorales o desadaptados, etiquetas que sólo contribuyen a que como comunidad carezcamos de una cultura de prevención, atención y tratamiento profesional al enfermo adicto.
Para las autoridades mundiales de la salud como la OMS, el NIDA (instituto nacional de drogas de abuso en EUA) y la Conadic en México, la adicción es definida como una enfermedad del cerebro, primaria, crónica y progresiva caracterizada por el uso recurrente de drogas (incluido el alcohol y el tabaco) de forma compulsiva a pesar de que su consumo esté causando diversos daños al usuario y a su alrededor. Y al igual que otras enfermedades de diversas índoles, ésta que es considerada entre los trastornos mentales, se caracteriza por tener un diagnóstico, síntomas, signos y además, aunque en esta caso es irreversible e incurable, tienen un tratamiento como posibilidad de una mejor calidad de vida.
Evidentemente esta definición y los esfuerzos médicos y académicos para hablar correctamente de este problema social de salud pública, exigen una profesionalización en los servicios por abordarlo, incluyendo la información veraz a la población para que deje de tener tantos estigmas negativos y como a cualquier otro enfermo, el adicto goce del derecho a un tratamiento que le permita caminar de la oscuridad a la luz y dejemos de ocultar un tema que es de la mayor prioridad porque cada uno de nosotros conoce en su familia o en su cercanía, alguien que pudiera requerir ayuda.