La elección de la hembra

03/07/2016

Feminista de Clóset

Por Lilia Ramírez

En el capítulo IV de El origen del hombre Darwin atribuía a las mujeres un papel evolutivo de importancia. Según el científico, en la mayoría de las especies los miembros de un sexo, usualmente masculino, compiten entre ellos para tener acceso al apareamiento con el otro sexo.

Parafraseando a este autor menciona que “En el cortejo, de los dos sexos el macho es el miembro más activo. La hembra, por su parte, con muy raras excepciones, es menos impaciente que el macho…ella aunque tímida y pasiva, en general ejerce alguna elección y acepta a un macho prefiriéndolo sobre los otros…El que la hembra ejerce alguna elección parece una ley casi tan extensa como la vehemencia del macho”.

Aquí observamos una gran paradoja darwiniana, la hembra elige y toma la decisión de quien será su compañero sexual, con quien se va a aparear, pero al mismo tiempo la señala como pasiva. Es la lectura de Darwin la que nos da la respuesta: elige y prefiere sobre los otros: es una tomadora de decisiones en la sexualidad.

Pero, la dibuja tímida y pasiva, y en “raras excepciones” es lo contrario, si seguimos con el curso de la historia, a las mujeres que tenían una iniciativa sobre su sexualidad, se les llamaba a veces brujas, hechiceras, las quemaban con leña verde y en el mejor de los casos eran cortesanas.

Es la sexualidad a lo largo de los años lo que ha mantenido la brecha de género alejada, pero que cada día son las propias mujeres y ahora los hombres en su honrosas excepciones quienes empoderan el atributo que una vez Darwin les concedió.

Este libro El origen del hombre, se publicó en 1871, y toda la discusión o más bien la discusión central giró en torno a la subordinación de la mujer, papel en el que el científico había colocado, pero que ese traspié lo dejó como una ventana abierta.

Cabe señalar que no fue Darwin, quien se empeñó en glorificar la supremacía del hombre y su posición elevada sobre la mujer, fueron sus seguidores quien apostaron a eructar su verborrea machista por siglos, seguramente Darwin era más sensato y prudente.

Este tema darwiniano nos lleva a otro, a esa “mirada darwiniana” del conocimiento y del pensamiento que ha elaborado leyes y edificado naciones por siglos, ese matiz que sólo deja ver una cara de la moneda, ese mundo de hombres, y de raras excepciones de mujeres incluidas.

Porque será que el hombre se empeña en subordinar los talentos de la mujer sabiendo de antemano, como lo supo Darwin en su tiempo, que había un potencial implícito en la hembra, esa tomadora de decisiones del siglo XVII cuando los templos del saber eran sólo para hombres.

Es entonces la sexualidad lo que deja en el camino ese halo de temor del hombre mismo, cuando la mujer elige a uno sobre otro, cuando ella reconoce quien si puede ser el mejor y quien no para efectos reproductivos, para la continuación, así es de la especie.

Cuando un hombre “elige” a una mujer para ser la madre de sus hijos, se equivoca, se engaña, lo sabe pero su papel de macho no le permite admitir su error, como Darwin que dejó la lectura abierta, pero que nunca corrigió el sendero.

Sin embargo, a la hora de elegir, es la mujer quien considera las cualidades más propicias para que la especie se perpetúe, pero además de su papel en la reproducción que aclaramos no es pasivo, también hay un papel seductor, de deseo que la mujer desde que Darwin escribió esos párrafos ya era portadora.

El que no se reconozca a la mujer sensual, erótica y seductora como un parte inherente de su naturaleza, pues todas las mujeres lo poseen, solo que determinan en qué medida y bajo qué circunstancias lo hacen visible.

Al legitimar al macho, la hembra se anula, como especie portadora de deseo, la religión le llama lujuria, pecado capital, que no puede ser parte de una mujer casta y buena, el cielo no es para las brujas, hechiceras ni pecadoras, así ha sido por siglos.

Finalmente una última reflexión, hay trabajo por hacer para que las mujeres observen desde otra perspectiva su naturaleza humana, su esencia, como tomadoras de decisiones en la esfera que perpetúa la vida.

Hasta la próxima.

M.C.S. Lilia Ramírez Contreras, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales UANL