Mujeres permitidas, mujeres prohibidas.

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27/06/2016

Feminista de clóset

Por Lilia Ramírez

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Es en los años setentas cuando el movimiento feminista sale a las calles, las mujeres se despojan del brassiere y apuntalan consignas contra la opresión del aparato del Estado, conformado por los hombres. Yo no me quito el brassiere para decir que la mirada masculina ha estado presente a lo largo de los años, pasando por épocas desde la Edad Media donde a las mujeres con el aporte de un conocimiento científico las inmolaban en una hoguera, y con leña verde, luego en la época de los señores feudales, cuando los reinos eran un bastión de poder masculino, las mujeres solo se tomaban como un sistema de intercambio.

Para Claude Levi –Strauss había tres: las mujeres, los bienes y los signos. “La vida era la experiencia cargada de significación exacta y precisa” (Handy). Luego a principios del siglo pasado, fueron las mujeres las que abrieron las entrañas de los derechos humanos, como olvidar a las costureras del siglo XIX, donde la industria textil principalmente de Inglaterra, fue el detonante del capitalismo. Sus mujeres trabajadoras, permanecieron sumisas y con espíritu inquebrantable, fueron las manos de estas mujeres las que dieron cuerpo a las riquezas de unos cuantos. Sin embargo el reconocimiento llegó muchas décadas después, cuando mujeres valientes se lanzaron a las calles a buscarlo, por las buenas o por las malas.

Dentro de mis estudios de doctorado, las lecturas en torno a la condición de mujer se han nutrido con una máxima: Lo que ha determinado la superioridad de la mujer sobre el hombre, no ha sido la fuerza sino el sistema simbólico. Voy a ser mas precisa sobre este punto: Si comparamos la fuerza de un hombre del sur del país contra una mujer de los países bajos, seguramente encontraremos una ventaja en las mujeres por su talla y peso. Es entonces que debemos establecer un paréntesis para un apunte: Existió un sentido simbólico en el intercambio de las mujeres, eran las mujeres prohibidas y las permitidas. Las cosas no han cambiado en la época actual, ahora son las esposas y las amantes, volvemos a la connotación simbólica sobre la condición de mujer. Donde yo nací hay una frase que hace muchos años escuché de boca de mi abuela, quien le decía a una de mis tías, “hija no te preocupes, tu eres la catedral, las demás son capillitas” y luego le daba consejos para que asumiera la infidelidad de su esposo, como algo natural, como algo que debía ser, porque así eran las cosas.

El valor que le damos a las palabras, proviene de la cultura que nos rodea, de las costumbres y los hábitos donde nos sumergimos a diario, lo que queda como una impronta que seguramente repetimos y programamos por generaciones a veces sin percatarnos. Si yo te nombro como mi esposo, hay un significado muy diferente a si te nombro como mi amante, volvemos al peso simbólico, somos entonces un producto de la sociedad, un constructo social.

M.C.S. Lilia Ramírez Contreras, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales UANL