POR: OCTAVIO VILLEGAS
La literatura siempre ha sido una constante en la historia de la humanidad. La palabra escrita nos ha seguido desde tiempos inmemoriales, cuando teníamos que escribir algo para que la vaga memoria humana no lo olvidara. Del mismo modo, siempre hemos contado historias. Historias, cuentos, memorias, recuerdos, siempre alrededor de una fogata, en un salón de clases, en los rincones privados de la vida de la gente. Y a pesar de que la escritura haya sido uno de nuestros mayores inventos, siempre nos encontramos con lo que la academia denomina “literatura basura” o aquella que no tiene la capacidad de contar una historia especial.
También nos hemos encontrado con una serie de libros que intentan tocar las fibras de las personas a través de nuevos medios y de esta manera nos encontramos con la famosa literatura juvenil. Libros que gozan de una gran fama entre los adolescentes y los adultos, libros que sienten que los llaman, que cuentan las historias que ellos quieren oír, con las que se sienten identificados; y es esta identificación la que muchos estudiosos pasan por alto. Libros como Crepúsculo, Los Juegos del Hambre, Divergente y más, nos han enseñado que la literatura juvenil tiene un fuerte impacto en la sociedad; si éste será benéfico o no, les tocará a los futuros antropólogos y sociólogos definirlo. Pero lo que podemos ver ahora es un incremento en la aceptación en la población juvenil hacia la lectura, y estas novelas son un portal hacia la literatura clásica, pues utilizan los mismos modelos que los maestros.
De la misma manera en que las apreciamos por sus contenidos estéticos, por las emociones y sentimientos que nos hacen sentir, les agradecemos que nos inculcan el hábito de la lectura, que nos ayuden a superarnos a nosotros mismos aplicando los mismos valores que sus protagonistas toman para enfrentar los problemas del mundo. Estos libros nos dicen que aunque todo parezca ir en nuestra contra, siempre podemos luchar. Es en esta lucha por el autoconocimiento y la determinación la que nos da un suelo seguro para afirmar que la literatura que consumimos, ahora casi como un producto, nos ayuda a ser mejores. Y es en este suelo donde podemos plantar nuestro portal y conducirnos a nosotros mismos hacia nuevos y mejores terrenos sociales y culturales. Leer nuevas historias, nuevos pensamientos. Siempre podemos contar con la literatura para viajar por el universo.